martes, 5 de junio de 2012

Por qué España debe salirse de la zona euro (II), por Manuel Balmaseda

Vamos con el segundo artículo de la serie. Después de analizadas las causas, toca plantear las alternativas y decantarse por una de ellas:



Por qué España debe salirse de la zona Euro (II), por Manuel Balmaseda


LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA
En teoría, existen tres soluciones para recuperar la competitividad perdida:

- La integración plena de los 17 estados en uno solo.

-La llamada deflación interna, que consiste en ganar competitividad reduciendo los salarios y los precios pero manteniendo a España dentro del sistema Euro.

-La salida de la moneda única, recuperando España su propia moneda que, inmediatamente, sería fuertemente devaluada por el mercado.

Conviene puntualizar que, para evitar seguir perdiendo competitividad en el futuro, las tres soluciones deberían ir acompañadas de reformas del marco laboral y de las rigideces del mercado.

I. La integración plena de los 17 estados de la zona Euro es un ideal que está en la boca de todos los políticos pero en el que ninguno cree de verdad. Recientemente hemos visto como Sarkozy ha vetado la propuesta de Merkel de reformar el tratado de la unión otorgando a la Comisión Europea competencias para sancionar a los países que superen los límites de déficit y deuda pública establecidos. Y Sarkozy se ha opuesto porque esto implicaría una cesión de soberanía por parte de Francia que, aunque insignificante, él sabía que sería inaceptable para el pueblo francés. Hay que recordar que, en 2005, Francia votó, por una holgada mayoría del 55%, en contra del proyecto de Constitución Europea, a pesar de que, con este cambio, de ningún modo se pretendía hacer de la Unión Europea un solo estado. Igualmente, Holanda se pronunció en contra por una mayoría aun más amplia: 62% contra 38%.
Pero basta con conocer un poco algunos de estos países para comprender lo utópico de esta integración plena. ¿Quién puede pensar que los alemanes u holandeses van a querer integrarse en un solo país con Italia o Grecia? ¿No estamos viendo el intento de Escocia de separarse de Inglaterra? Y ¿qué decir de las dificultades de España para mantener integradas a las Comunidades Catalana y Vasca a pesar de compartir un idioma y siglos de historia en común?
 En todo caso, esta alternativa no está hoy por hoy sobre la mesa de los políticos y no tiene ningún sentido plantearla como solución a un problema, el de la crisis del Euro, que requiere una respuesta inmediata.

II. La segunda alternativa, la deflación interna, es la que, sin hacerla explícita, están imponiendo sobre los países periféricos la Comisión Europea, capitaneada por Merkel y Sarkozy, junto con el FMI. La teoría es que, si se induce una fuerte recesión en un país, la reducción de la demanda y el alza del desempleo provocarán un descenso generalizado de los precios y harán al país más competitivo.
Aunque lo que pretenden la Comisión Europea y el FMI es que Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España y Portugal, los llamados PIIGS, reduzcan o eliminen su déficit presupuestario, el resultado que están consiguiendo es el de provocar fuertes recesiones en estos países, como se ha comprobado en el caso de Grecia en 2011 y se prevé en España para el año 2012. Unas semanas después de que el nuevo gobierno de Rajoy anunciara subidas de impuestos y recortes de gastos para ajustarse a los límites de déficit público del 4.4% y 3% del PIB impuestos a España por la Comisión Europea para 2012 y 2013 respectivamente, el FMI responde con unas nuevas estimaciones de déficit para España del 6,8% y 6,3% del PIB para estos mismos años. Igualmente, el FMI ha revisado al alza su previsión de deuda pública de España para finales de 2013, que ahora es del 84% del PIB, lo que supone un deterioro de 12,1 puntos porcentuales sobre su anterior estimación. La política que se está imponiendo a España para evitar su salida de la zona euro tendrá un inmenso coste económico y social.
La estrategia de deflación interna se ha aplicado desde 2008 a Letonia y ha resultado ser una catástrofe. Letonia tiene su moneda vinculada al Euro, de manera que, aunque no está en la zona Euro, tiene en la práctica los mismos problemas. Sus bancos acreedores, principalmente suecos, junto con la Comisión Europea, han presionado fuertemente sobre el gobierno para evitar que Letonia devalúe su moneda e incumpla sus obligaciones crediticias. La política de deflación interna que se ha impuesto sobre este país ha provocado, desde finales de 2007 hasta comienzos de 2010, una caída del PIB del 24%, la más dura y costosa en términos económicos y humanos que ha padecido cualquier país desde la gran depresión del año 1929. La tasa de desempleo y subempleo llegó al 30%, a la que habría que sumar un 10% de emigración forzosa. Según las proyecciones del FMI, el PIB de Letonia no recuperará el nivel del año 2007 hasta el año 2016. Solamente cuando el gobierno desistió de aplicar la política deflacionista, a partir de 2010, la caída se moderó (-0,3 % del PIB en 2010) y la economía comenzó de nuevo a crecer de forma moderada (3,3% del PIB en 2011) , y ello a pesar de las ayudas de 7.500 millones de euros, que equivalen al 75% del PIB de un año, recibidas de Europa y del FMI. Con eso y todo, en 2011 el PIB fue todavía un 19% inferior al de 2007, la tasa de paro y subempleo estaba en el 21% y el déficit de las cuentas públicas fue del 7,6% del PIB . En todo caso, las exportaciones no han contribuido prácticamente en nada a este crecimiento y la inflación acumulada de los cuatro últimos años ha sido del 21%, lo que confirma el fracaso de la política de deflación interna. Si España tuviera que recibir las mismas ayudas que Letonia en porcentaje de su PIB, Europa y el FMI deberían aportar cerca de 800.000 millones de euros.

III. El abandono de la zona Euro, la devaluación de la nueva moneda nacional y la quita de parte de la deuda

Esta alternativa, aunque dura y complicada, es la única posible si no queremos someter a España al largo calvario de la deflación interna. Es la que han seguido en el pasado, con resultados bastante satisfactorios, la mayoría de los países que entraron en crisis por falta de competitividad o por tener sus monedas sobrevaloradas.
Aunque cada crisis es un caso único, con ánimo meramente ilustrativo, explicaremos el proceso seguido por los trece principales países del mundo que, en los últimos veinte años, han devaluado sus monedas para salir de una crisis: Islandia en octubre de 2008; Argentina en diciembre de 2001; Georgia en diciembre de 1998; Indonesia, Tailandia, Malasia y Corea del Sur entre julio y diciembre de 1997; Méjico en diciembre de 1994; Irán en marzo de 1993; Italia, Gran Bretaña, Finlandia y Suecia entre agosto y noviembre de 1992;
Según el estudio publicado en diciembre de 2011 por el prestigioso Center for Economic and Policy Research - de cuyo Consejo Asesor forman parte dos premios Nobel, R. Solow y J. Stiglitz, junto con el profesor de la Universidad de Harvard R. Freeman - las devaluaciones de estos trece países oscilaron entre un 96% y un 23%, con un valor medio del 43%. Sus economías se contrajeron durante un período de tiempo que osciló entre cero y 5 trimestres contados desde la fecha de la devaluación, con un valor medio de 2,5 trimestres. La reducción del PIB al final de este período de contracción varió entre cero y el 16,6%, con una reducción media del 6,6%. Tres años después de la devaluación, el PIB había superado el valor previo a la devaluación en 10 de los trece países, alcanzando en estos 10 países un crecimiento medio del 10,3%. El PIB de los otros tres países, tres años después de devaluar, era un 7,6% inferior al valor anterior a la devaluación. Estos resultados son incomparablemente mejores que los de Letonia cuyo PIB, tres años después de iniciado el proceso de deflación interna, seguía siendo un 21,3% inferior al inicial .

 La experiencia Argentina
 Especial atención, por su proximidad cultural con España, merece el caso de Argentina. Este país intentó mantener la paridad del peso con el dólar a costa de una dura recesión durante los años 1998-2001. En diciembre de 2001, cambió su estrategia, suspendió pagos en su deuda pública y, unas semanas después, permitió que el peso se devaluara libremente. El resultado fue que su economía, que ya se había contraído cerca de un 15% antes de la devaluación, decreció otro 5% durante el primer trimestre que siguió a ésta pero, a continuación, empezó a crecer, ligeramente durante tres trimestres y fuertemente a partir de 2003. En el primer trimestre de 2005, el PIB había ya recuperado el nivel anterior a la devaluación .
En 2010 el crecimiento del PIB fue del 9% y en 2011 fue superior al 6%. El crecimiento acumulado del PIB durante el período 2003-2011 ha sido del 90% en términos reales. Todo esto a pesar de la suspensión de pagos de su deuda pública y de no tener prácticamente acceso a los mercados financieros internacionales. Conviene resaltar que, en contra de lo que se cree, la contribución acumulada de las exportaciones al crecimiento de PIB durante la expansión de los años 2002-2008 fue de sólo 7,6 puntos porcentuales, es decir, el 12% del crecimiento total. El desempleo ha caído del 18,4% en 2001 al 9% en 2011 , el índice de pobreza, que alcanzaba casi el 50% de la población en 2001, bajó al 14% a principios de 2010 y el índice de pobreza extrema se ha reducido desde el 25% en 2001 al 6,6% en 2010 . La gráfica de la evolución del PIB, que figura a continuación es suficientemente expresiva del buen resultado del proceso de devaluación y quita seguido por Argentina.

Fuente: Center for Economic and Policy Research


POSIBLE EVOLUCIÓN DE LOS ACONTECIMIENTOS

Algunos analistas y políticos, empeñados en aterrorizar al ciudadano con todas las catástrofes imaginables para el caso de que España abandonara la zona Euro, han llegado a afirmar que el PIB se contraería un 60%. Esto es obviamente un disparate y la historia de las trece devaluaciones, explicada anteriormente, lo confirma. Tampoco tienen razón quienes afirman que el abandono de la zona euro implica la obligación de dejar la Unión Europea; el que este supuesto de abandono no esté previsto en los tratados en absoluto puede llevarnos a esta conclusión. En principio, ningún país está interesado en que otro sea expulsado de la Unión Europea y, por lo tanto, siempre se encontrará un acomodo para esta situación. Sin duda, el proceso es duro y traumático pero mucho menos de lo que nos quieren hacer creer.

Existen distintos supuestos:

A. El abandono de la zona Euro por parte de Alemania y algún otro país de economía fuerte como podría ser Holanda o incluso Francia. En este caso, quedaría una zona Euro con países de economía débil, entre ellos España. El Euro sufriría una fortísima devaluación que permitiría a los países que quedaran en su zona recuperar, al menos en parte, la competitividad perdida. Esta sería para España la opción menos traumática y no es del todo descartable ya que los últimos sondeos reflejan que un 42% de los alemanes desean que su país abandone el euro.

B. La disolución total de la zona Euro. Tampoco es una solución totalmente descartable para el caso de que las cosas se pongan muy mal y Francia y Alemania vean que es imposible seguir financiando la costosa y creciente deuda pública de los países PIIGS. Para España no sería mala pues, siendo pactada, el porcentaje de quita tanto de la deuda pública como de la privada habría sido previamente decidido por acuerdo de todos los países.

C. El supuesto más complicado sería el de que España tomara la iniciativa política de abandonar la zona euro o fuera empujada por los mercados o por la salida de otro de los países periféricos. Un país como España con un fortísimo endeudamiento frente al exterior e importantes déficit comercial y presupuestario queda siempre a expensas de las decisiones de los mercados. Hasta ahora, el Banco Central Europeo está consiguiendo contrarrestar la presión de éstos pero no sabemos por cuánto tiempo los alemanes van a seguir soportando que el balance del banco se infle desmesuradamente.
En este supuesto, una hipótesis sobre la posible evolución de los acontecimientos podría ser la siguiente:

1. El Gobierno tomaría la decisión durante un fin de semana con los mercados cerrados y los mantendría sin abrir durante al menos una semana.


2. Inmediatamente se iniciarían negociaciones con todos los países acreedores para acordar las quitas, tanto de la deuda pública frente al exterior como de la de bancos, cajas e instituciones financieras con entidades o residentes extranjeros. Estas negociaciones llevarían tiempo y, mientras duraran, España suspendería de forma inmediata el pago al extranjero de su deuda pública, incluyendo intereses y principal.

3. Habida cuenta de que el sistema bancario español tiene una deuda externa de más de 500.000 millones de euros, la devaluación de la moneda nacional implicaría la quiebra de muchos bancos y cajas que deberían ser temporalmente nacionalizados. El Banco de España pondría al frente de cada entidad nacionalizada a un empleado de alto nivel que hiciera posible que las instituciones funcionaran con normalidad y continuaran concediendo créditos y respondiendo a las demandas de sus clientes. El Estado recapitalizaría los bancos y cajas quebrados y los reprivatizaría en un plazo posiblemente no superior a tres años.

4. Todos los depósitos bancarios, cuentas corrientes, créditos, deudas, contratos y obligaciones entre residentes en España serían, por Decreto Ley, denominados en Euros “E” o Euros españoles. El ciudadano ordinario no percibiría ningún cambio, excepto si viajara al extranjero o comprara bienes importados.

5. Los contratos deudas y obligaciones entre particulares o entidades no financieras residentes en España y entidades financieras o no financieras y particulares residentes en el extranjero serían, en su caso, objeto de negociación privada entre las partes.

6. Todos los billetes detentados en España serían estampillados por los propios bancos convirtiéndose así en Euros “E” o Euros españoles, y ello como medida provisional hasta que se decidiera sobre la denominación, diseño y puesta en circulación de la nueva moneda nacional, operación que podría llevar de seis a doce meses. Los residentes en España poseedores de billetes estarían obligados a llevarlos a los bancos para su estampillado. Los residentes en el extranjero en viaje por España podrían sacar al extranjero una cantidad limitada de Euros “fuertes” en billetes no estampillados o en metálico. Las monedas en circulación seguirían siendo válidas hasta que se sustituyeran por otras de distinto diseño y denominación pero con las mismas dimensiones y peso para facilitar su uso en cajeros y máquinas.

7. El Banco de España llegaría a acuerdos con banco privados extranjeros para depositar en ellos divisas que permitieran a los comerciantes seguir importando mercancía y mantener el tráfico ordinario.

8. El Banco de España fijaría diariamente el tipo de cambio oficial para la compra y venta de divisas con moneda nacional. Se estima que la moneda nacional sufriría inicialmente una devaluación con respecto del Euro del orden del 40% al 60%, aunque al cabo de algunos meses recuperaría, quizá, entre 10 y 15 puntos porcentuales de la pérdida inicial.

9. La economía, impulsada por el turismo y las exportaciones, empezaría a reanimarse en muy pocos meses, lo que repercutiría en los ingresos públicos, en la reanimación del sector inmobiliario, sobre todo en las zonas turísticas, y en la disminución de la morosidad del sistema bancario.

Ciertamente, todo esto es más complicado y asusta mucho más que hacer unos cuantos recortes en el gasto de la Administraciones Públicas, subir algo los impuestos, introducir un par de retoques en la normativa laboral y esperar a que los acontecimientos y el tiempo arrastren al país a una situación de total depresión económica y social o a que un milagro lo saque de este marasmo. Pero hay que entender que no estamos en un debate intelectual de salón, sino que lo que está en cuestión es la elección de una estrategia que puede conducir al desempleo y miseria o al bienestar de millones de españoles durante muchos años. Los ciudadanos tienen derecho a esperar de sus dirigentes políticos e intelectuales claridad de juicio, valentía y decisión para adoptar las medidas necesarias, aunque asusten y pongan en riesgo su propio prestigio. Nunca la indecisión y la inacción han sido el fundamento de una buena estrategia.

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