sábado, 2 de abril de 2011

El extraño mundo del noveno arte: El Capital, de Max y Mir (R.C.)

A pesar de constituir un arte frecuentemente denostado por la oficialidad cultural y de ser ninguneado históricamente por aquellos que dan o quitan certificados de legitimidad artística, signifique eso lo que sea que deba significar, el cómic ha contado desde siempre con una cualidad que no ha pasado desapercibida ni siquiera para quienes más lo desprecian. El maridaje en armonía de imagen y palabra, el equilibrio secuencial entre verbo e icono se ha revelado con el paso del tiempo como herramienta perfecta para el ejercicio de la pedagogía y vehículo preciso en el desarrollo de la exégesis. Lo sabía el ejército norteamericano, que ya en la década de los cincuenta contrató nada menos que al maestro Eisner, a través de su American Visual Corporation, para la realización de cómics explicativos. Y lo sabían Francesc Capdevilla y Francisco de Paula Mir Maluquer, o lo que es lo mismo, Max y Mir, cuando en 1976 proyectaron adaptar al medio el tomo I de El Capital de Karl Marx.

Nuestro primer Premio Nacional del Cómic (2007) y el actor, director guionista y ex miembro del trio humorístico Tricicle se aliaron para conseguir la nada desdeñable gesta de sintetizar en apenas 63 páginas de tamaño fanzine -pequeñitas pequeñitas- la extensa biblia del marxismo sin renunciar por ello a sus elementos claves y esenciales, desde la naturaleza de la mercancía, la formación del dinero, la esencia de la plusvalía y la superplusvalía pasando por la división del trabajo o el proceso de acumulación capitalista. Ameno y accesible, acaso excesivamente infantil en su grafismo debido a su caracter fanzinero, el trabajo de Max y Mir se erige en una adecuada antesala a la obra marxista, a la que indudablemente ni puede ni pretende sustituir, pero de la que sí que sirve de atractivo reclamo y banderín de enganche para un posterior acercamiento con mayor profundidad y detalle. Porque además la versión en viñetas de El Capital no sólo se amuralla en su labor divulgativa, sino que trata de ir más allá y aspira decididamente a ganarse para la causa la simpatía del lector, involucrándole en la dialéctica de clases, envolviéndolo de lleno en la áspera confrontación entre capitalistas y proletarios y tomando partido, faltaría más, por uno de los bandos en litigio. Razón ésta por la cual tal vez se resienta en algunos pasajes de un deje excesivamente panfletario que le resta en eficacia persuasiva. Un tono que en el fondo es herencia directa de la obra original, aunque ciertamente Marx se cuidaba mejor de camuflarlo tras el envoltorio pseudocientífico y filosófico de su análisis.

En definitiva, otro ejemplo más que pone en jaque la visión tradicional del cómic, aquella mirada miope que pretende reducirlo a la categoría de esparcimiento romo e inofensivo destinado a niños y a adultos aquejados de insuficiencia intelectual. Ya se sabe, los potitos, los potitos...

Ahí va el enlace para los que sientan curiosidad.


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