domingo, 22 de marzo de 2009

Death note, el anime: los japoneses no saben de finales

Ah, pero –continuando con el símil ajedrecístico- vaya si que saben de aperturas y de medio juego. O al menos eso deduzco yo de mis escasos acercamientos hasta el momento a las series japonesas. A las que ahora, y siguiendo la recomendación de la encantadora Lu en su indispensable Rosa caramelo, debo sumar esta Death note, el anime.

Al igual que en el Moster de Urusawa, Death note consigue enganchar a los espectadores desde el primer capítulo a través de una premisa imaginativa y atrayente, en este caso la existencia de un cuaderno que permite a su poseedor matar fácilmente y sin dejar huellas. O casi. Pero sobre todo la serie destaca por su increíble dominio de la técnica del folletín tradicional y los best seller modernos; de una envidiable capacidad para sacar conejos de la chistera y sorprender con la vuelta de tuerca justa y precisa sin que el truco cante en exceso. En este sentido, seguramente las series japonesas sean deudoras de una forma de entender la narrativa y el drama que es caracteristica de su padre espiritual, Osamu Tezuka –faltaría más, hablar de manga o de anime y no nombrar a Tezuka; cuanta vulgaridad- que a su vez parecía muy influido por la novela europea decimonónica, léase Victor Hugo o Alejandro Dumas, por ejemplo, si es que a nadie le parece un tanto exagerado y traido por los pelos el ejemplo.

El caso es que esta forma de entender la construcción narrativa, tan obsesionada por tomar en fuera de juego al lector o al espectador, suele tener como inconveniente colateral la elaboración de una trama que en general se revela como no demasiado solida ni coherente y que, además, suele derivar en un final de compromiso que ata los múltiples cabos abiertos como malamente puede. Los finales de estas series suelen estar guiados más por un espíritu de “sálvese quién pueda” que por el más lógico de redondear la obra. No es de extrañar que de esta forma las series japonesas dejen cierta sensación de producto fallido, de ocasión desperdiciada, de buena idea mal ejecutada en el que las partes valen sin duda mucho más que el todo. Sin embargo, si nos ceñimos al caso de Death note, el anime, habría que decir que los autores aciertan de lleno al no dispersar más de la cuenta la historia, centrándola inteligentemente en el duelo deductivo-inductivo que protagonizan Light Yagami y el nada convencional L. De hecho la serie hubiera sido prácticamente perfecta de haber acabado en su capítulo 26, es decir cuando se alcanza la resolución de esta rivalidad enconada, que es el verdadero meollo de la historia. Pero no, la serie tenía que continuar estúpidamente nada menos que 11 episodios más, es decir, casi un tercio del total de la misma; un tercio completamente prescindible e innecesario que intenta enmendar la plana a un desarrollo argumental bastante logrado y que lo único que consigue es desvirtuar la obra por completo.

Así que mi consejo -y buena acción de la semana- para aquellos de vosotros que no la hayáis visto aun: ved solo hasta el capítulo 26 y no cedáis a la tentación de conocer el resto. Me lo agradeceréis de por vida.



2 comentarios:

  1. El primer episodio no es el mejor...ya me lo dijo mi querido hermano.
    Aun así usted me animó a seguir con la serie, que no era para mi de las mejores. Le informaré detalladamente cuando termine de verla, pero seguiré anotando las pequeñas cosas que no tienen sentido, jajaja.

    Esta vez, si...besos.

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  2. Toma nota de los sinsentidos, pero no se los tengas muy encuenta: no es lo importante en la serie. Ahora como tengas que llevar un control de las deducciones imposibles, entonces te vas a sentir sobreexplotada y todo. Y recuerda mi consejo: hasta el capítulo 26. Ni uno más.

    Muchos, muchos besos.

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