sábado, 18 de octubre de 2008

La vida de los otros: oda a los hombres buenos

Después de tan largo periodo de tiempo con el vago bien subido, en el que apenas actualizo a base de videos, ya iba tocando una reseñita que llevaros a los ojos. Aunque no sé yo como va a salir la cosa con lo desentrenado que ando. Probemos.

La vida de los otros, de Florian Henckel-Donnersmarck, cuenta la particular relación entablada entre el oficial de la Stasi (el servicio secreto de la extinta República Democrática Alemana) Gerd Wiesler, el escritor con tendencias disidentes Georg Dreyman, al que Wiesler vigila y la actriz Christa-Maria Sieland, que mantiene una complicada historia de amor con Dreyman. Wiesler es un fiel producto de la maquinaria totalitaria del comunismo, un hombre gris y sistemático que cree firmemente en los principios y métodos del régimen, incluida la tortura, técnica que el mismo enseña a los jóvenes cachorros de la Stasi. Por su parte, Dreyman, cansado de la falta de libertad que se respira en el país, y expoleado por el “suicidio” involuntario de uno de sus amigos, comienza a plantearse la conveniencia de llevar acabo actividades disidentes. En tanto, la actriz Sieland se encuentra atrapada entre su amor por Dreyman y el acoso y la depredación sexual al que la somente el ministro de cultura. En este escenario opresor, que recuerda del algún modo al de las narraciones de Kafka, Wiesler será encomendado para vigilar a la pareja en busca de algo que delate las actividades subversivas de Dreyman. Sin embargo, lo que debería ser un trabajo rutinario, se convertirá pronto en toda una experiencia reveladora para Wiesler: en su labor de escucha, el oficial de la Stasi se irá empapando de las ideas del escritor, que le irán calando poco a poco y haciéndole plantearse sus propios principios. Sin contar, claro, la decisiva atracción que ejerce sobre él la cautivadora bellaza de Sieland. De esta manera, la película pone magistralmente de manifiesto el omnipresente poder del estado totalitario en la vida de los individuos dentro de esa monstruiosidad que fue y desgraciadamente sigue siendo el comunismo. Sin embargo, frente a esta intromisión absoluta, aun queda un pequeño resquicio para la rebelión individual, encarnada en la toma de conciencia de Weisler y en su heroico y silencioso apoyo a Dreyman. Henckel-Donnersmarck construye así, con sus imágenes cargadas de sobriedad y las ajustadísimas interpretaciones de los actores, una oda a los hombre buenos, un canto a aquellos que se la jugaron exponiéndose a perderlo todo en pos de la defensa de lo que es justo. Un film sincero y emotivo que deja huella.

En fin, me ha quedado algo deslavazada y no demasiado profunda, pero vale, para lo desfondado que estoy, puede servir.

3 comentarios:

  1. Gran película, sí señor. ¿No fue la que le quitó un Oscar a ALmodóvar? Lo merecía desde mi punto de vista. Transmitir la tensa situación de la Alemania comunista a través de la opresión que sienten los personajes o vicebersa (;) no es nada fácil y menos que consiga mantener la atención cada vez más emocionada hasta el final. Me encantó.

    Dringuis con Fliningus

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  2. Vaya, será posible, que no encuentro nada que oponer. Ah, ya encuentro algo, ¿cómo gran película? Grandísima, Sil, grandísima. Además, el guión, que es del mismo director, es excelente. Este es el tipo de historias que algún día me gustaría ser capaz de contruir. Paciencia, Pet, paciencia. (Y mucho trabajo).

    Sveng goran eriksson.

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  3. Una película con mayúsculas, es decir, UNA PELÍCULA. Es intensa, grandísima como tú dices.

    De lo mejor que he visto últimamente (y sin dormirme en el sofá)

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