sábado, 14 de julio de 2007

Gustavo Bueno, ese prohombre de izquierdas

En los últimos tiempo, cuando se habla de Gustavo Bueno, parece inevitable que surja la polémica en torno a la espinosa cuestión de cuáles son sus verdaderas tendencias políticas. Si hacemos caso de la imagen que ofrece de si mismo en sus intervenciones televisivas, bien puede parecer evidente que el filósofo (comedor de pan prefiere él que le llamen) riojano tiende más hacia la derecha que hacia las izquierdas. Basta para ello recordar sus furibundos ataques a Zapatero, su oposición al matrimonio gay o su defensa a ultranza de la unidad de España, posturas que en la actualidad parecen coincidir más con las posiciones del PP que del PSOE. Sin embargo, si por el contrario nos fijamos más en su trayectoria vital nos encontraremos con un hombre que, con sus matices, se muestra decididamente de izquierdas, capaz incluso de bajar a la mina asturiana a impartir clases de filosofía materialista. O para ser precisos, de izquierda, así, en singular, pues el pensamiento político del padre del Cierre Categorial casa perfectamente, en mi opinión, dentro de los parámetros que definen a una de las ramas concretas de la izquierda: la izquierda marxista-leninista-stalinista. Es decir aquella variante de la izquierda que tiene por referencia básica la constitución de un estado fuerte que se erija en organizador de la vida social, teniendo por obligación la busqueda de su supervivencia y su expansión. Un estado-nación que se opone al estado feudal del antiguo régimen, que sirve para igualar a los ciudadanos que lo componen y que aspira a unir a la humanidad mediante su expansión.

Posiblemente sea este el rasgo del pensamiento de Bueno que más equívocos genera sobre sus tendencias políticas, pues en esto, en la necesidad de mantener unido al Estado español, aunque por vía y razones distintas, coincide punto por punto con lo que vendría a ser la derecha en la actualidad. Y seguramente sea también este el punto que le lleva a enfrentarse de manera tan salvaje con Zapatero. Pero en verdad la relación Bueno-PP es más interesada que otra cosa. Los conservadores lo utilizan, sin entender absolutamente nada de lo que dice, para tratar de arañar algunos votos a la izquierda socialdemócrata, mientras Bueno usa las plataformas mediáticas afines al PP para dar notoriedad a su pensamiento y de paso socavar los cimientos de esa otra izquierda que tan poco agrada a su propia concepción de la misma. Porque en fin, no creo que el bueno de Bueno haya considerado ni por un momento que el no menos bueno de Rajoy le vaya a traer esa 7ª izquierda, esa nueva generación de izquierda que supere las deficiencias de las seis anteriores, que tanto parece anhelar el fundador de la Escuela de Oviedo.

En este sentido, me parece obvio que a lo largo del tiempo no ha existido deriva derechista en su pensamiento: si acaso un cierto juego de provocaciones, disimulos y pequeños guiños puramente estratégico destinado a una rentabilización posterior. No es difícil constatar que posturas tan polémicas y que tanto suelen escandalizan a la izquierda más ñoña y bienpensante -no siempre sin razón, por cierto- , como la de afirmar que el Régimen de Franco no fue tan malo con se cuenta o la de defender la Pena de muerte, considerando que como tal no puede existir pues habría que hablar, como mucho, de un tipo especial de eutanasia, no son nuevas y han estado siempre presente en el pensador materialista. Es más, estos posicionamientos, aparentemente reaccionarios, responden en verdad más a esto último, a su condición de pensador materialista (aunque heterodoxo) que a su posible derechismo. Como materialista, para Bueno todo orden queda, por el uso de la fuerza, no deslegitimado, sino todo lo contrario, pues precisamente su legitimidad se funda en esta misma capacidad de imponerse y ser impuesto a los demás. Además este mismo orden tiene derecho y casi la obligación de defender su supervivencia con todos los medios a su alcance. Además, también como materialista, y por tanto ateo, Bueno no cree en la supervivencia del alma, así que destruido el cuerpo físico no queda sujeto sobre el que pueda recaer pena alguna. Ya digo, consideraciones que, gusten más o menos, han sido siempre parte de su pensamiento.

Tal vez la única diferencia que he sido capaz de encontrar entre el Gustavo Bueno actual y el de tiempo pretéritos consista en que el de antes no tenía inconveniente alguno en definirse como hombre de izquierdas (así lo hizo, por ejemplo, en el programa de Julia Otero “Un paseo por el tiempo”) mientras que el actual es más reacio a hacerlo (no quiso pronunciarse al respecto en su cara a cara con Sotelo en el programa “Negro sobre Blanco” de Sánchez Dragó). Pequeño pecado este en todo caso.

En fin, en resumen, que a mi parecer es un error querer alinear a Bueno en el ala derecha de nuestro espectro político: su tendencia es claramente izquierdosa, aunque de un izquierdismo que resulta a la postre, al menos para mí que estoy más próximo al anarquismo libertario, casi tan poco atractivo como la misma derecha. Porque al fin, aun cuando no sean lo mismo, que más te puede importar si es Stalin y no Hitler quien destroza tu vida.

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